DESCRIPCIÓN: La Wall-less House, diseñada por Shigeru Ban en 1997, explora la máxima reducción de elementos arquitectónicos mediante una planta libre sin muros, en la que el espacio doméstico se configura en torno a una superficie continua entre suelo y cubierta. Construida en una ladera boscosa de Karuizawa, la casa se semientierra en la parte trasera, aprovechando la topografía para absorber cargas y reducir la presencia estructural. Tres esbeltas columnas frontales, de apenas 55 mm de diámetro, soportan la cubierta, mientras que las divisiones interiores se confían a ligeros paneles correderos. El resultado es una arquitectura radicalmente abierta al paisaje, que permite una continua reconfiguración de los espacios mediante un uso mínimo de elementos verticales. La casa establece un nuevo tipo de domesticidad en el que interior y exterior, público y privado, se desdibujan, adaptándose a la vida contemporánea sin recurrir a compartimentaciones tradicionales.
ANÁLISIS: Constituye una propuesta extrema en la investigación de Shigeru Ban sobre la estructura, la flexibilidad espacial y la integración con el entorno. Eliminando los muros, la vivienda disuelve la noción clásica de habitaciones cerradas, para articularse como un campo continuo de usos —dormir, comer, cocinar, higienizarse— que coexisten sin jerarquía. Este planteamiento convierte el suelo en un “plano universal”, concepto teorizado por Robert Kronenburg, donde todos los actos de la vida cotidiana suceden de forma simultánea y reversible. En términos culinarios, el proyecto cuestiona el rol tradicional de la cocina como recinto aislado y técnico, trasladando su presencia a un espacio compartido y visible que pierde cualquier signo de ocultamiento. La encimera de cocina, despojada de muros y contenida entre mobiliario bajo, se convierte en un dispositivo más del espacio abierto, tan visible como el escritorio o el banco del salón. En esta convivencia sin barreras, cocinar no es un acto separado del resto, sino integrado en el escenario doméstico compartido. La casa, así, no solo propone un cambio funcional, sino simbólico: libera el acto de cocinar de su carga segregadora, y lo exhibe como parte integral de la vida común. Esta lógica proyectual dialoga con la crítica contemporánea a la cocina-objeto tecnificado, y anticipa debates actuales sobre visibilidad, sostenibilidad y relaciones sociales en el habitar doméstico.