DESCRIPCIÓN: El pabellón de Slow Food en la Expo Milán 2015 fue concebido como una crítica y una alternativa a los modelos industriales de producción y consumo de alimentos. Diseñado por Herzog & de Meuron en estrecha colaboración con la organización Slow Food (movimiento fundado por Carlo Petrini en 1986), se propuso como un lugar abierto, accesible y pedagógico, donde los visitantes pudieran entender y experimentar los valores de la biodiversidad, el respeto por la tierra, y la importancia de los sistemas alimentarios locales.
El proyecto se articula en torno a tres volúmenes de madera inspirados en la arquitectura rural del norte de Italia, dispuestos en forma de abanico sobre un jardín productivo. Cada volumen tenía una función específica: uno albergaba una exposición sobre las amenazas a la biodiversidad, otro se dedicaba a talleres educativos y degustaciones, y el tercero a un espacio de encuentro abierto, con librería y zonas de descanso. Entre ellos se disponía un huerto con especies agrícolas locales, representando la red global de Presidia de Slow Food.
El pabellón fue construido con materiales naturales y locales, utilizando sistemas prefabricados en seco para facilitar su desmontaje y posterior reutilización. Esta actitud proyectual reflejaba el compromiso del movimiento Slow Food con la sostenibilidad ambiental, económica y social.
ANÁLISIS: El Pabellón dedicado a la organización Slow Food destacó en la Expo Milán 2015 por su discreción formal y su profundidad conceptual. Mientras otros pabellones optaban por soluciones espectaculares, este espacio proponía una arquitectura sencilla, de vocación ética y con un fuerte contenido educativo. Su diseño evocaba graneros y construcciones campesinas, alineándose con la narrativa de recuperación de saberes y prácticas agrícolas tradicionales.
El verdadero valor del pabellón radicaba en su contenido: frente a la lógica del espectáculo y la mercantilización alimentaria, Slow Food apostaba por un discurso coherente, centrado en la biodiversidad, la educación gastronómica y la soberanía alimentaria. La incorporación de huertos productivos, el uso de especies locales, y la presencia de productores y comunidades invitadas generaban un espacio genuinamente vivo y participativo.
Una vez que la Expo terminara, el proyecto se pensó para que las tres cabañas se desmontaran y transportaran a varias escuelas italianas, donde se reconstruirían como cobertizos de jardines escolares.
BIBLIOGRAFÍA:
Herzog & De Meuron, “Cabañas culinarias”, Arquitectura Viva, n.º 175, (2015), pp. 56-57