DESCRIPCIÓN: Situado en el corazón del barrio de Ciutat Vella, el Mercado de Santa Caterina fue rehabilitado por EMBT a partir de 1997 con el objetivo de preservar su carácter histórico y, al mismo tiempo, reactivarlo como espacio social y comercial. El proyecto respeta parcialmente la estructura neoclásica original de 1848 e integra los restos arqueológicos del antiguo convento homónimo, descubiertos durante la obra. La operación arquitectónica incorpora también viviendas, un museo arqueológico, un aparcamiento subterráneo y zonas de recogida de residuos, redefiniendo así el papel del mercado como infraestructura urbana compleja.
Su elemento más icónico es la cubierta alabeada de 5.500 m², revestida con más de 325.000 piezas cerámicas hexagonales de 67 colores distintos, que reproduce un bodegón de frutas y verduras visto desde el cielo. Esta piel vibrante se apoya sobre una estructura de arcos metálicos y madera laminada, que a su vez descansa sobre guías y pilares de hormigón. La intervención no solo reorganiza el espacio interior —reduciendo el número de puestos para mejorar circulación y abrir espacios—, sino que libera un atrio de acceso al barrio y conecta visual y funcionalmente el mercado con la avenida Francesc Cambó, actuando como puente entre dos escalas urbanas.
ANÁLISIS: La intervención de EMBT en Santa Caterina es una obra que evita respuestas unívocas y abraza la ambigüedad como recurso crítico. Frente al gesto tabula rasa tan frecuente en operaciones urbanas sobre el centro histórico, aquí se ensaya una superposición de temporalidades que se materializa no solo en la conservación de elementos patrimoniales, sino en la hibridación estructural y programática del edificio. La arquitectura no se impone, sino que se adapta y dialoga, dando lugar a una forma mutante, porosa, apta para la convivencia de usos diversos y capas simbólicas.
El mercado —tradicionalmente entendido como infraestructura de abastecimiento— se convierte en esta obra en un lugar de encuentro, observación y memoria. La cubierta, cuyo dibujo remite a un bodegón de frutas y verduras, constituye un gesto potente de representación alimentaria: el mercado se muestra desde el aire como una gran mesa servida, evocando la abundancia, la comunidad y la identidad mediterránea. Esta metáfora visual, construida con cerámica de alta temperatura producida artesanalmente, vincula la cultura material con la alimentaria, y celebra el imaginario de la cocina como raíz compartida.
Sin embargo, su densidad simbólica no eclipsa su funcionalidad: la redistribución de puestos, la integración de restos arqueológicos y la creación de nuevos vacíos públicos responden a una lógica urbana de sutura y complejidad. Frente al planeamiento normativo, EMBT plantea una arquitectura abierta, que no distingue con rigidez entre lo viejo y lo nuevo, sino que explora las formas posibles del habitar continuo. En ese sentido, el proyecto ofrece una valiosa reflexión sobre cómo la arquitectura puede visibilizar la red alimentaria urbana sin renunciar a la poética, ni al mestizaje tipológico.