DESCRIPCIÓN: La Iglesia de Tas es un espacio religioso construido en la segunda mitad del siglo XVI y ampliado con elementos neoclásicos a finales del siglo XVIII. Permaneció en estado de abandono y ruina durante décadas, colapsando la misma cubierta. Situada en una localización privilegiada, rodeada de montañas y exuberante vegetación, su conversión en vivienda se realizó mediante una intervención sensible orientada a preservar y destacar los vestigios históricos.
Garmendia Cordero Arquitectos, en estrecha colaboración con el cliente, Tas Careaga, concibieron el proyecto como un proceso abierto, evolutivo y consciente del valor histórico del lugar. La intervención se limitó a acciones imprescindibles, manteniendo visible la memoria arquitectónica del edificio, incluyendo frescos, arcos y columnas originales. Se incorporaron cuidadosamente elementos contemporáneos como iluminación adaptativa, ventanas que enmarcan vistas y materiales respetuosos con el espacio. El antiguo altar se convirtió en el núcleo principal de la sala de estar, con la cocina ubicada en el ábside, y los vitrales renacentistas proyectan una luz cálida fusionando magistralmente pasado y presente en un nuevo concepto habitacional.
ANÁLISIS: La conversión de la Iglesia de Tas en vivienda destaca por su equilibrio entre respeto histórico y modernidad funcional, constituyendo un ejemplo excepcional de cómo la arquitectura puede reinterpretar usos tradicionales en nuevas realidades domésticas. La decisión de abordar el proyecto con una intervención mínima, solo cuando fuera estrictamente necesario, es uno de sus grandes aciertos, permitiendo preservar elementos auténticos como columnas y frescos que mantienen viva la memoria del espacio religioso. Este respeto escrupuloso hacia lo existente refuerza la identidad del edificio, evitando caer en la banalización histórica.
Asimismo, la implicación activa del cliente, Tas Careaga, en todas las fases del proyecto —desde el diseño hasta la ejecución material— es un valor añadido significativo, reflejando una conexión emocional con la obra que trasciende la mera relación entre arquitecto y cliente. Esta dinámica colaborativa permitió desarrollar soluciones arquitectónicas adaptadas a un estilo de vida contemporáneo, abierto y social, que transforman lo que antes era un espacio cerrado y ceremonial en un lugar flexible y habitable, favoreciendo la convivencia y el encuentro.
No obstante, el proyecto podría enriquecerse aún más mediante una mayor integración con el entorno exterior inmediato, aprovechando su privilegiada ubicación en plena naturaleza para ampliar el uso del espacio exterior como extensión de la vivienda. También podrían explorarse más profundamente soluciones técnicas sostenibles relacionadas con la gestión de recursos energéticos y el impacto ambiental, reforzando aún más el diálogo entre el edificio histórico y las necesidades contemporáneas.