DESCRIPCIÓN: Situada en el centro histórico de Gratallops, en el corazón del Priorat, la bodega Clos Pachem responde al encargo de un productor vinícola en expansión que buscaba un edificio capaz de colaborar activamente en la elaboración biodinámica del vino. El proyecto parte de una parcela en forma de L encajada entre medianeras, una de ellas protagonizada por un muro de piedra preexistente de gran altura, antiguo frontón que se convierte en generador del espacio.
La bodega se organiza en dos ámbitos: la nave de vinificación, un volumen rectangular de triple altura protegido por muros cerámicos de hasta 1,75 metros de espesor que favorecen la inercia térmica y el pasaje en forma de Z, que abraza la nave, aprovecha los intersticios del solar y se convierte en un recorrido de bienvenida y transición climática. Este pasaje, recorrido fresco y en pendiente, incorpora cubiertas ajardinadas, canales de agua de lluvia y zonas de estancia como una tienda-taberna al aire libre.
En el sótano se ubican los espacios más sensibles al confort térmico, como la sala de barricas y el almacén de vino embotellado, en contacto directo con el terreno. En cambio, la sala de vinificación logra condiciones de estabilidad sin contacto subterráneo mediante tres estrategias bioclimáticas: gran altura interior que favorece la estratificación del aire caliente, gruesos muros cerámicos que aportan masa térmica, y una cubierta activa que utiliza la radiación nocturna para disipar el calor mediante un sistema de circulación de agua entre dos niveles.
Exteriormente, el edificio adopta una imagen discreta y contextual mediante teja cerámica y revoco de cal, mientras que en su interior revela la complejidad técnica y material del sistema constructivo.
ANÁLISIS: El proyecto destaca por su sensibilidad climática y contextual, integrando la tradición vitivinícola y el urbanismo histórico con una arquitectura de alto rendimiento ambiental. Frente a soluciones tecnológicas artificiales, la bodega apuesta por principios pasivos, materialidad inercial y gestión del agua como herramientas principales para el confort térmico, tanto humano como enológico. Este enfoque lo convierte en un modelo ejemplar de arquitectura bioclimática rural.
La relación con el entorno se expresa en la continuidad entre el espacio público y el interior de la parcela, que el pasaje transforma en una especie de calle-jardín activa, colonada por cubiertas verdes, gradas, agua y vegetación. La sección de la nave y la forma en que el aire, la luz y la materia dialogan en torno a las tinas refuerzan una lectura casi sagrada del proceso de fermentación.
Las decisiones materiales son coherentes y sobrias, con un equilibrio entre tradición y técnica: cerámica, cal, teja, piedra, vegetación. El edificio no busca imponerse en el paisaje, sino participar en él desde el respeto y el conocimiento del lugar.