AUTOR/A: Fernanda Reyes (con la colaboración de Alberto Soto)
AÑO: 2016
CATEGORÍA: Territorio
LOCALIZACIÓN: Campo Real (México)
DESCRIPCIÓN: Se trata de una ampliación de una bodega familiar orientada a su apertura al público. El proyecto integra jardín, restaurante y servicios para eventos en un pabellón que pretende enlazar con el territorio productivo en que se emplaza y con su tradición constructiva.
El edificio se compone de dos prismas rectangulares ortogonales y superpuestos. El inferior, construido en adobe en evocación de las primeras construcciones vinícolas de la familia y en diálogo con la tierra, se presenta como un muro regruesado que acoge servicios y cocina. El superior, por su parte, es una pieza de vidrio y acero que avanza como un mirador hacia el paisaje. La dualidad entre lo estereotómico y lo tectónico es también reflejo de la combinación de artesanía y tecnología que caracteriza el proyecto. El agua tiene asimismo un papel importante en la experiencia enológica, mediante dos láminas en movimiento que generan espacios contemplativos del viñedo circundante.
ANÁLISIS: El conjunto toma como referencia formal el ritmo lineal de las plantaciones de vid. El volumen de adobe, de lógica estereotómica, surge del terreno como un pliegue del mismo, definiendo un límite visual y albergando la cocina y los servicios sanitarios para el público. La pieza acristalada superior, contrastadamente tectónica, acoge un restaurante-mirador elevado sobre los viñedos. El recorrido ascendente parte del terreno fértil, que queda casi totalmente oculto al ingresar a la pieza de servicios y se desvela en una panorámica completa al acceder al espacio gastronómico, que culmina en una terraza.
Pero también se fomenta una experiencia contemplativa de los viñedos más cercana, a ras de suelo: mediante dos láminas de agua en movimiento dispuestas en L, se acota el espacio exterior destinado a eventos y, junto a una de ellas, se coloca una banca de piedra que da la espalda al edificio y se orienta a las plantaciones. En este punto, el sonido del agua acompaña a la contemplación del entorno, recordando el papel fundamental de este elemento en el sistema agrícola.
El proyecto destaca también por su estrecha colaboración con artesanos locales: desde el trabajo en piedra volcánica de los lavamanos, inspirados en molcajetes, hasta la participación de carpinteros, herreros y albañiles zacatecanos. Esta implicación colectiva potencia el sentido de pertenencia y arraigo del edificio. El uso de materiales locales, sistemas pasivos de climatización y recursos hídricos eficientes refuerzan la ética ecológica del proyecto.