DESCRIPCIÓN: Concebido como una tipología híbrida inédita, el Markthal es un edificio de 120 metros de longitud, 70 de profundidad y 40 de altura que resuelve en una única operación urbana un mercado cubierto, 228 viviendas, un supermercado, locales comerciales, aparcamiento subterráneo y servicios de restauración. Su icónica forma de arco responde simultáneamente a condicionantes legales —la normativa sanitaria europea obliga a cubrir los mercados de productos frescos— y a la voluntad de crear un gran espacio público en el corazón del barrio Laurenskwartier.
La sección curva alberga viviendas distribuidas en dos crujías que dejan libre el espacio central. En estas viviendas las zonas de noche se orientan hacia el exterior mientras que las cocinas y comedores se orientan hacia el mercado. Este se convierte así en centro vital y doméstico al mismo tiempo. La bóveda está revestida interiormente con la obra "Cornucopia", un mural de 11.000 m² creado por Arno Coenen e Iris Roskam, que representa frutas, verduras, flores e insectos con una exuberancia barroca, que por un lado recuerda de los bodegones flamencos a la par que utiliza un lenguaje visual cercano a las películas de animación contemporánea. El mural se imprimió en paneles de aluminio montados sobre absorbentes acústicos.
Las fachadas extremas del arco, completamente acristaladas mediante una malla de cables de acero, permiten visibilidad y luz natural, además de garantizar confort climático. El edificio posee una certificación BREEAM Very Good y sistemas pasivos de climatización e intercambio energético.
ANÁLISIS: El Markthal encarna la capacidad de la arquitectura para redefinir la relación entre lo doméstico, lo alimentario y lo público. Su singularidad no reside solo en su forma monumental ni en el deslumbrante mural que recubre su bóveda, sino en la manera en que fusiona funciones y escalas tradicionalmente separadas. MVRDV elabora aquí una arquitectura densa y generosa, que transforma un encargo de iniciativa privada en un edificio de vocación pública. La plaza, que antes era solo espacio de tránsito, se cubre, se intensifica y se convierte en lugar de encuentro, gastronomía y celebración sensorial.
La disposición de las viviendas en torno al mercado convierte a la alimentación en eje del habitar: no solo por la vista directa al mercado, sino porque las cocinas, tradicionalmente relegadas a la parte trasera, adquieren aquí una posición central. El proyecto hace visible la cadena alimentaria en su complejidad: desde la compra cotidiana hasta la cocina y el compartir doméstico. En su forma, recuerda las naves industriales o incluso las catedrales laicas, pero su contenido es profundamente terrenal, vinculado al ciclo del consumo y al placer compartido de comer.
Si bien algunos podrían cuestionar el protagonismo visual del mural respecto a otros valores urbanos más discretos, lo cierto es que esta dimensión expresiva es parte del éxito del edificio como icono accesible, que celebra lo cotidiano con exuberancia. El Markthal no es solo un mercado mejorado, sino una infraestructura urbana que condensa políticas alimentarias, estrategias de vivienda y cultura visual.