DESCRIPCIÓN: El proyecto “110 Rooms”, de 22 viviendas en en Eixample de Barcelona, diseñado por el estudio MAIO entre 2013 y 2016, representa una reinterpretación contemporánea de las tipologías residenciales tradicionales de la ciudad. El edificio se organiza en torno a un sistema de 110 habitaciones, a razón de 20 habitaciones por planta. Cada nivel se subdivide en cuatro apartamentos, cada uno compuesto por cinco estancias conectadas entre sí sin necesidad de pasillos. Esta configuración elimina la jerarquía espacial y permite la máxima flexibilidad en el uso de cada habitación.
La cocina se sitúa estratégicamente en la habitación central, actuando como el núcleo funcional y social del hogar. Los baños, que concentran las instalaciones verticales, permiten conectar fácilmente cualquier habitación con los suministros básicos.
El lenguaje arquitectónico del edificio remite directamente a la tradición del Eixample barcelonés. La planta baja evoca, desde una mirada abstracta y contemporánea, los grandes vestíbulos con mármoles y mobiliario escultórico, integrando el espacio con la calle y los patios interiores. La fachada sigue la composición clásica, con estucos de cal, balcones de proporción vertical, persianas de madera y elementos decorativos sobrios. Los materiales empleados refuerzan esta conexión con la tradición, evitando la invención formal y apostando por una reinterpretación discreta pero profundamente contemporánea de la arquitectura doméstica histórica del ensanche de Cerdà.
ANÁLISIS:
El bloque de viviendas de 22 apartamentos de MAIO en Barcelona plantea una reflexión profunda sobre la flexibilidad en la vivienda y el valor de la tradición tipológica. Mediante la eliminación de jerarquías espaciales y la reducción de los apartamentos a una sucesión de habitaciones intercambiables, el proyecto apuesta por una arquitectura que no impone usos, sino que ofrece posibilidades. Esta estrategia responde a la evolución de las formas de habitar en un contexto urbano donde las dinámicas familiares y sociales son cada vez más cambiantes. La fachada, lejos de buscar protagonismo formal, se integra con sobriedad en el entorno del Eixample, lo que podría entenderse como un acto de humildad arquitectónica, con un toque de modernidad que aporta la integración de piezas cerámicas triangulares dispersas por ella.
Un aspecto particularmente sugerente del proyecto es la centralidad de la cocina dentro de la organización espacial. Lejos de ser un espacio secundario o aislado, la cocina ocupa el centro de cada vivienda, actuando como un verdadero corazón doméstico. Esta decisión recupera la idea de la cocina como lugar de reunión y convivencia, un espacio vivo donde se articulan las relaciones familiares y sociales. El mobiliario pétreo de la planta baja, que funciona como elementos habitables, también alude a la cultura culinaria y a la tradición de compartir alimentos en espacios comunitarios.
La arquitectura se convierte aquí en un marco adaptable, donde cocinar no es un acto aislado sino un evento central en la vida cotidiana. Esta concepción del espacio rompe con modelos funcionalistas rígidos y reconoce la alimentación no solo como necesidad biológica, sino como experiencia cultural y social profundamente integrada en la arquitectura.
BIBLIOGRAFÍA:
Ficha en el registro de Arquitectura Catalana, link